Pocos autores han sabido mostrar, anteriormente, tales muestras de intuición y comprensión humanas. Jack London fue un hombre con una inmensa capacidad de observación, y no sólo eso: sabía hacer la magia de combinar conductas de sus personajes con sus emociones y estados mentales. Poseía una gran intuición, algo que se observa en la manera en que sus descripciones, que se adelantan a conocimientos actuales de muchas ciencias en particular. La psicología era un ejemplo de una de esas ciencias que Jack London dominaría en la actualidad, y que dominaba en su época. Si lo que dice esta autobiografía es cierta, no conoció la palabra hasta los veinte años. Y sin embargo, hoy sería la envidia de cualquier estudioso del cerebro humano y la mente, o lo que él llamaba: la alquimia del cerebro. Describió con gran acierto las reacciones fisiológicas, la relación entre cuerpo y estado psicológico, incluso una descripción muy acertada de la consolidación de la memoria durante el sueño:
De día vivía cada momento de su vida, y de noche, su subconsciente, durante cinco horas, combinaba y entrecruzaba los pensamientos diurnos, formando maravillas imposibles.
Pero sobre todo, fascina darse cuenta de esa agudeza, si se entiende el carácter autodidacta de Jack London, y el mérito que tienen su sabiduría y autodisciplina.
LA HISTORIA
Un hombre abrió la puerta con la llave y entró, seguido de otro, que desganadamente se quitó la gorra. Llevaba toscas ropas que hablaban del mar, y claramente se veía que en aquel hall espacioso no estaba en su elemento. No sabía qué hacer con la gorra, y estaba ya tratando de metérsela en el bolsillo cuando el otro se la recogió. La acción fue apacible y normal y el joven la apreció plenamente. Pensó que se hacía cargo de las cosas y que saldría del apuro gracias a su ayuda.
Martin Eden ha vuelto del mar. Cuando entra en la lujosa casa de su amigo Arturo, quien tras haber sido salvado de una pelea por este decide invitarle a cenar como muestra de agradecimiento, poco imagina Martin –y los lectores-, todas las aventuras que le esperan.
El protagonista es un marinero de apenas veinte años que ya conoce las caras oscuras de la vida, es huérfano, con muchos hermanos, no pertenece a una clase alta, ni siquiera a una clase media. Pero es inteligente y curioso, y esa curiosidad y agudeza es la que le ha llevado a recorrer el mundo en barco, y junto con su físico imponente, a ganarse el respeto allá por donde va tanto de hombres como de mujeres.
LA CLASE
El tema principal de esta novela son las clases sociales. Es una obra realista, y como tal, supone una ventana al mundo. El de Martin Eden, el de Jack London, el de los Estados Unidos de principios de siglo XX. Quien no tiene nada se gana la vida como puede. Existen trabajos que suponen el infierno, como el de Pepe Dawson y su lavandería infernal, en la que durante horas y horas se carga ropa, se planchan prendas con planchas al rojo cuya temperatura se prueba con el dedo mojado en agua o acercándoselas a la cara, se dobla, se almidona, se lava con jabón fuerte con las manos desnudas… Un lugar donde el cepillo de dientes es un lujo, y los baños no son costumbre. Una va leyendo y se siente mal en ocasiones, se da cuenta de las facilidades y avances que existen hoy en día.
Al obrero y a la obrera se les reconoce por sus manos, y como afirma Martin, él es capaz de saber el oficio de alguien tan sólo fijándose en sus maneras, en el estado de su cuerpo. Una de las castigadas por la clase y por el machismo es Gertrudis, la hermana de Martin. Encerrada en un matrimonio infeliz con un miserable condescendiente con ella, es una trabajadora incansable, llevando la casa y a sus tantos hijos. Se intuye una mujer con carácter e interesante. Pero las circunstancias la hunden en la realidad como si cargaran piedras a un saco que se hunde en el fondo de un río.
Mientras tanto, las personas pudientes pueden dedicarse a cultivarse y educarse. Libres sus cuerpos de la alienación del trabajo duro, pueden dedicar horas de ocio a leer, escribir y estudiar. Los obreros no son ineptos: es que el cansancio les muele el cuerpo de tal manera que no tienen tiempo ni de soñar. Pero es como si el buen hablar, la higiene y la ropa fueran algo intrínseco a un tipo de personas u otras. Los de arriba miran con asco a los de abajo, con su etiqueta por delante. Sin embargo para nosotros y para él, Martin es siempre Martin: mientras lava la ropa en la lavandería, mientras escribe en su mesa manchada miles de relatos que no puede vender, mientras monta en bicicleta y se cultiva con cientos de libros en las bibliotecas públicas de San Francisco… Mejora sin dejar de ser auténtico, y por eso se da cuenta, cuando se aproxima a las altas esferas deseadas, que la autenticidad no es algo común en dicha clase social.
¡Qué diferente, pensó, del ambiente de belleza y calma de la casa de Ruth! Allí todo era espíritu; aquí todo era materia y vil materia.
Al principio, sin embargo, se produce una idealización que rodea a la burguesía y a la protagonista femenina, elevándola sobre el resto no precisamente por su intelecto –que siendo universitaria es bueno-, sino por temas superficiales, como su ambiente, sus manos que no muestran trabajo, su belleza.
EL AMOR
No le culpo; la sociedad nos lleva vendiendo ese modelo romántico desde tiempos inmemoriables. Es natural para la época que Martin Eden caiga enamorado tras una única frase y mirada compartida con la joven Ruth, que resulta ser universitaria. Se deshace de tal manera en cursilerías, que poco estuve de pensar que si el libro iba a ser así, mejor dejarlo. Tenía miedo de encontrarme con la típica historia de amor, la idealización de la mujer, ese toque paternalista a la hora de describir, la subida a un pedestal de otro ser sin ni siquiera conocerlo. Tenía miedo del estereotipo de mujer fría y superficial de clase alta, que se cumple, pero al menos hay otras cosas más importantes en la obra en las que fijarse. A poco trato con Ruth, Martin Eden ya está convencido de que “no merece respirar el aire que ella respira”. Lo que menos quiero leer ahora es ese tipo de declaraciones que sabotean el autoestima de cualquiera. Pero bueno, es 1910. Una tiene que ponerse en contexto. Por quitar, eliminaría todas aquellas idealizaciones y alusiones a a “delicadeza” e “inocencia” de Ruth, y también esas frases de: “trabajar como un negro”. Pero salvando estas partes, una tiene que seguir con el libro, porque intuye que hay algo que la va a atrapar.
Sobre una frente amplia y despejada vio un montón de pelo castaño con rizos, que era para las mujeres una delicia contemplar y acariciar. Pero él no les concedió mérito alguno. Donde detuvo la mirada fue en su frente, tratando de penetrar la calidad del cerebro que encerraba. ¿Cómo era? ¿De qué era capaz? ¿A dónde podía llevarle? ¿Podía llevarle hasta ella?
***Martin Eden: lo primero que hay que hacer mañana es ir a una biblioteca y leer un libro que trate de etiqueta. ¿Entendido?
Y aunque el amor o la idealización de ese amor es lo que moviliza a Martin Eden a querer mover cielo y tierra para dejar de ser un marinero y convertirse en alguien digno de esa chica universitaria, estoy segura que no es sólo esa idealización lo que le mueve, puesto que sin esa curiosidad innata ni su capacidad autodidacta, no habría llegado tan lejos. Y fue esa intuición lo que me hizo continuar con el libro a partir del primer y segundo capítulo: la locura de Martin es hacia Ruth, primero. Pero también en ese primer puesto está su amor hacia el saber.
Y aunque la primera vez que pisa la casa de Arturo –su amigo y hermano de Ruth-, es una persona que reconoce que le faltaban dos años de primaria cuando dejó de ir [a la escuela]¸ había algo dentro de él que hacía que a pesar de sus circunstancias vitales, llegara a convertirse en la persona que fue.
Hasta el momento, había sido capaz de aprender cualquier cosa que hubiera despertado su interés, por difícil que fuera. Había llegado el momento de aprender a decir lo que llevaba dentro, para que ella lo viera bien.
Eso que tenía dentro era curiosidad. Un hambre de conocimientos que puede reconocerse en personas brillantes de todas las épocas, la capacidad de superación, la firme seguridad de que si otros pueden, yo también puedo hacerlo. Para todas aquellas personas que sienten esa fe en sí mismas, que aman aprender, les aseguro que disfrutarán tanto como yo observando cómo Martin Eden, un chico que dejó la escuela en primaria y que se frustra por no poder expresar sus pensamientos correctamente, avanza en gramática y en todas las disciplinas, se cultiva en la biblioteca y se convierte a sí mismo en quien quiere ser.
¡Grandísimo tonto! –le dijo a su cara, que se reflejaba en el espejo-. Quieres escribir y tratas de escribir y no tenías en ti nada que exponer. Pues ¿qué es lo que encierras? Algunas nociones infantiles, algunos conocimientos no diferidos, una masa de negra ignorancia, un corazón cargado de amor y una ambición tan grande como tu amor y tan tonta como tu ignorancia. ¡Y quieres escribir! ¡Pero si hasta ahora no empiezas a tener temas de escritura! Quieres escribir de la vida y no sabes nada de sus características esenciales. Quieres escribir del mundo cuando el mundo es un rompecabezas chino para ti, y todo lo que podías hacer escrito es acerca de lo que desconoces. Pero, alégrate, Martin; alégrate, muchacho… Ya escribirás, ya. Sabes poco, muy poco, pero estás en el camino del saber. Con un poco de suerte llegará el día en que sepas casi todo lo que hay que saber, y ¡entonces sí que escribirás”
Todas las personas que han abrazado el sueño de la escritura, o que la abrazan en secreto, se verán muy identificados con Martin. Y sobre todo se maravillarán de su perseverancia, y persistencia, y su megalomanía, aunque a veces les traiga de cabeza.
Martin Eden.
¡Martin Eden! Cuántas veces he estrechado entre mis brazos tu espíritu encerrado en ese montón de páginas, ese cerebro tuyo y esas acciones tuyas ordenadas y explicadas para mí. He llegado hasta a besar las frases más importantes que tenías que decirme, y esa pasión que conquistaba toda tu vida, ese fuego que discernía en cada acción y respiración tuya, me ha quemado las manos, y los ojos, y ha sido un placer pasar contigo estas últimas 36 horas.
He subrayado y apuntado muchos más párrafos y citas impecables que me han llenado el corazón por momentos. Pero quiero que se descubran por sí mismas, es mejor descubrir una misma qué sucede con Martin Eden.
He subrayado y apuntado muchos más párrafos y citas impecables que me han llenado el corazón por momentos. Pero quiero que se descubran por sí mismas, es mejor descubrir una misma qué sucede con Martin Eden.
Pero sobre todo, Jack London, descubrirte ha sido un placer inmensurable.